La pinta es lo de menos
Aléguele a Galo
Siempre le había tenido pereza a usar corbatas. Solamente había usado una en mis grados del colegio y de la universidad, o cuando la situación lo obligaba como fiestas o velorios. Nunca me imaginé poniéndome la soga al cuello cuatro de los siete días de la semana y siempre le tuve cierta desconfianza a la gente que lo hacía. Eso de andar con camisilla, camisa abotonada en los puños y el cuello, corbata y saco a treinta grados se me hacía como sospechoso. Pero ahora que por motivos laborales me toca disfrazarme la mayor parte del tiempo me he dado cuenta de ciertas ventajas que para algunos justifican vestirse así en la ciudad de la eterna cambiadera.
Desde que uso corbata y siempre y cuando la tenga puesta dejo de ser un peligro para la sociedad. Si necesito preguntar algo en la calle la gente me ayuda en lugar de salir corriendo. No tengo que anunciarme en las porterías de los edificios ni mucho menos dictar mi número de cédula, firmar hora de llegada y salida ni dejar un documento con foto. En los centros comerciales y universidades mi carro dejó de ser sospechoso de llevar explosivos o de ser la bolsa donde se guarda el botín y no me piden que abra el baúl y los vigilantes me saludan con cara de "éste me puede hacer echar y me toca tratarlo bien". En las oficinas las secretarias sonríen más de lo normal, me toca esperar menos para que me atiendan en cualquier parte, en la calle me entregan más volantes de apartamentos y los que limpian vidrios en los semáforos joden menos cuando uno les dice que no (no digo que no joden porque eso es imposible). En otras palabras, entendí a qué se refiere la gente cuando habla de "Colombianos de Bien".
Siempre me pareció que la mayoría de la gente que usa corbata todos los días tiene cierta tendencia a la prepotencia. Ahora me doy cuenta que son los prejuicios de las personas los que le suben el ego a quienes andan disfrazados. Seguramente esos que pasan sin saludar y miran a todo el mundo con cara de "yo soy más importante que usted" en algún momento de su vida extrañaban también la posibilidad de mover el cuello y se desesperaban con el calor a las dos de la tarde. Solo espero no terminar creyéndome el cuento de ser un "Colombiano de Bien".
Desde que uso corbata y siempre y cuando la tenga puesta dejo de ser un peligro para la sociedad. Si necesito preguntar algo en la calle la gente me ayuda en lugar de salir corriendo. No tengo que anunciarme en las porterías de los edificios ni mucho menos dictar mi número de cédula, firmar hora de llegada y salida ni dejar un documento con foto. En los centros comerciales y universidades mi carro dejó de ser sospechoso de llevar explosivos o de ser la bolsa donde se guarda el botín y no me piden que abra el baúl y los vigilantes me saludan con cara de "éste me puede hacer echar y me toca tratarlo bien". En las oficinas las secretarias sonríen más de lo normal, me toca esperar menos para que me atiendan en cualquier parte, en la calle me entregan más volantes de apartamentos y los que limpian vidrios en los semáforos joden menos cuando uno les dice que no (no digo que no joden porque eso es imposible). En otras palabras, entendí a qué se refiere la gente cuando habla de "Colombianos de Bien".
Siempre me pareció que la mayoría de la gente que usa corbata todos los días tiene cierta tendencia a la prepotencia. Ahora me doy cuenta que son los prejuicios de las personas los que le suben el ego a quienes andan disfrazados. Seguramente esos que pasan sin saludar y miran a todo el mundo con cara de "yo soy más importante que usted" en algún momento de su vida extrañaban también la posibilidad de mover el cuello y se desesperaban con el calor a las dos de la tarde. Solo espero no terminar creyéndome el cuento de ser un "Colombiano de Bien".
Etiquetas: prejuicios, sociedad